Sucedió en el año 897, durante un período turbulento en la historia de la Iglesia Católica conocido como el “Cadáver del Papa” o “Sínodo Cadavérico” y es uno de los episodios más insólitos y macabros de la historia de la Iglesia Católica.
Luego de su muerte, el Papa Formoso, que había sido elegido en 891, fue exhumado y sometido a un juicio póstumo por su sucesor, el Papa Esteban VI. Durante este juicio, el cadáver de Formoso fue vestido con las vestiduras papales y sentado en un trono. Un diácono fue asignado para responder en nombre del cadáver a las acusaciones, que incluían violaciones de las leyes canónicas y actos considerados como perjurio y corrupción. En realidad, estas eran excusas, para darle formalidad al asunto, pues Formoso había estado en el centro de las complejas políticas de Italia, afectadas por la lucha entre diferentes facciones aristocráticas y familias poderosas. Su elección como Papa fue controversial desde el principio, y sus decisiones durante su papado, como invitar a Arnulfo de Carintia (bisnieto de Carlomagno) a intervenir en Italia, irritaron a muchos, incluyendo a influyentes figuras italianas como Lamberto de Spoleto. Estas figuras vieron en la muerte de Formoso una oportunidad para anular sus decisiones y reafirmar su poder. Así que al final del día, detrás del juicio había venganza, interés político y económico.
Algo que me asombró al investigar acerca de la historia es que el cadáver fue exhumado varias veces en el proceso del juicio y colocado en el trono, en completo estado de descomposición. La imagen es dantesca.
Al final del juicio, Formoso fue declarado culpable, despojado de sus vestiduras papales, y sus tres dedos de la mano derecha, usados para bendecir, fueron cortados. Posteriormente, sus restos fueron enterrados inicialmente en un lugar humilde, pero más adelante fueron desenterrados nuevamente y arrojados al río Tíber.
El “Sínodo del Cadáver” ha sido objeto de estudios y discusiones por parte de historiadores y es citado frecuentemente como ejemplo de los extremos a los que podían llegar las disputas políticas eclesiásticas en la Edad Media.