Mucho se ha hablado de los acontecimientos bárbaros en los que fueron inmolados Eloy Alfaro y sus más cercanos colaboradores a inicios del siglo pasado. Sin embargo, poco se habla de los días anteriores; de la situación que desembocó en estos hechos lamentables.
El presente ensayo pretende explorar brevemente, pero con sustento histórico, el enfoque de un Eloy Alfaro que, para preservar sus ideales en el tiempo, no ve otra salida que la de convertirse en mártir.
Como lo diría su amigo José Peralta, en discurso pronunciado en Panamá a los pocos días de la muerte del Viejo Luchador:
Alfaro, sin el horroroso martirio el 28 de Enero de 1912, acaso se habría confundido con otras celebridades. Pero los mismos que ansiaban exterminar y anonadar al reformador y al héroe, los mismos que profanaron su cadáver y lo redujeron a cenizas, han contribuido eficazmente a la inmortalidad del fundador del liberalismo ecuatoriano.
O como predicaba el propio Alfaro:
Los mártires son los que han redimido a los pueblos. Sin mártires, no habría Libertadores: estos recogen la buena simiente que sembraron y regaron aquellos con el sacrificio de la vida.
En este escrito veremos cómo a través del tiempo el General Alfaro habla del concepto del martirio y cómo, en su “Ultimo Viaje” incluso rehusa a escapar de sus captores cuando se entera de que había un operativo en marcha para rescatarlo.
Los días anteriores
Para quienes no han tenido la oportunidad de conocer los hechos ocurridos, previos a la muerte de Alfaro, haré un repaso muy breve a continuación.
Eloy Alfaro se encontraba en Panamá, desterrado. Con sus 70 años encima se sentía cansado físicamente y ya con algunos achaques propios de la vejez, que se le venía acercando inminente. Se dormía en las sobremesas con amigos y su respiración era fatigosa, “señal evidente de un cansancio orgánico trascendental” [1]. Anímicamente también estaba un poco desencantado y triste. El movimiento liberal del cual él mismo había sido bandera, se encontraba dividido. Para sorpresa de muchos, son los propios liberales los que ostentaban el poder en la fecha de su muerte y son los propios liberales, a quienes Alfaro había tendido la mano en el pasado, los que ahora gritaban en su contra.
Ahora, muchos se burlaban de él, como lo relata Roberto Andrade:
“… estaba tan enfermo, que en El Oro fue a dormirse en el campamento mientras conversaba con los suyos, y se convirtió en la burla de sus soldados: la causa de este sueño era la arteriosclerosis que lo atormentaba desde 1908”
El periódico liberal El Guante publicó en 1910 la caricatura que se expone a continuación, donde se aprecia un Alfaro corcovado y falto de fuerzas.
El Ecuador se encontraba en medio de una guerra civil propiciada por los liberales cercanos a Alfaro (Partido Liberal Radical), en busca de arrebatarles el poder a estos nuevos liberales (para muchos, conservadores disfrazados). Al mando del ejercito revolucionario se encontraba el propio sobrino de Eloy Alfaro, el General Flavio Alfaro.
En este contexto, el 30 de Diciembre de 1911, Alfaro recibe en Panamá (pocos días antes de su muerte) un telegrama muy breve de su más fiel compañero de batallas, el General Montero, que dice:
Urge presencia suya aquí. Si es preciso vapor expreso. Pedro J Montero.
Y Alfaro, sin pensarlo mucho, emprende viaje a Guayaquil. Con los años encima no tenía entre sus planes pelear una guerra, ni siquiera ser Presidente (como le manifestara a su hijo Olmedo en una carta personal, cuyo resumen copio en breve). Su objetivo era, según él mismo manifestara, servir de mediador en este conflicto entre liberales.
… he manifestado con sinceridad que no quiero más volver a regir los destinos del país y todos aquellos que necesitan destinos para vivir se han enfriado y retirado…
Hay que destacar que Alfaro venía a una situación muy peligrosa. El sabía que el riesgo de morir era muy alto.
En el Gobierno de ese entonces ya se rumoraba de un posible regreso de Alfaro, tanto así que el propio Presidente Emilio Estrada, el 17 de Diciembre de 1911 (pocos días antes de morir de insuficiencia cardiaca) escribe una carta intimidante a un allegado de Alfaro.
Repetidas noticias del Istmo (Panamá) han avisado de que el General Alfaro tomará en Panamá el próximo vapor que sale de allá mañana, con ánimo de dirigirse a esta ciudad (Guayaquil). Usted mejor que nadie medirá las consecuencias de este viaje; pero tengo el deber de comunicarle que tengo impartidas instrucciones severas, aunque no crueles; las que en último resultado, llevarán al General a Quito, donde, no estando yo, es peligrosísima la presencia del General. Su prudencia y talento le aconsejarán en este trance.
Es notorio que Estrada trata de hacer llegar su mensaje de manera indirecta a Alfaro, y persuadirlo de que no viaje, so pena de ser trasladado a Quito, sin garantías. Lo que también causa asombro es que esta carta parece una predicción de lo que realmente sucedió días después.
Para el lector resultará obvio entonces de Eloy Alfaro sabía de las posibles consecuencias de su retorno al Ecuador, pero no vaciló en su decisión de emprender el viaje a Guayaquil.
CONTINUARÁ…