Los bucaneros fueron una estirpe feroz e implacable de piratas, que merodeaban los mares allá por el siglo XVII, en la llamada “Edad de Oro de la Piratería”.
Se originaron en el caribe, en una época en la que Europa era el cocinadero de muchos cambios económicos y políticos. Potencias europeas como España, Inglaterra, Francia y los Países Bajos competían por el territorio en las nuevas “indias” y el control de las lucrativas rutas comerciales. Los constantes conflictos y guerras entre estas potencias proporcionaron el caldo de cultivo para la piratería.
España había acumulado tantas riquezas producto de la explotación de sus colonias americanas, que los galeones españoles salían cargados de tesoros y pronto se convirtieron en objetivos atractivos para el vandalismo; el mismo que inicialmente fue financiado por otras potencias, a quienes les urgía la caída económica española.
Pero llegó un momento en el que muchos de estos piratas quedaron aislados del financiamiento inglés, francés y neerlandés y en lugar de recibir una recompensa por sus fechorías, comenzaron a ser perseguidos por sus antiguos “patronos”. Alrededor de 1620 los ingleses optaron por la estrategia de comerciar con España en lugar de financiar los “robos” de sus tesoros.
Así fue que muchos piratas, los más desalmados, decidieron refugiarse en la isla española, actual Haití y República Dominicana; al principio atraidos por la cantidad interesante de cerdos y bueyes cimarrones que corrían salvajes por la selva. Tenían alimento y agua potable, mar por todos lados y una “tierra de nadie” a su disposición, pues España ejercía un débil control sobre la Isla en aquellos tiempos. Qué más podía pedir un pirata retirado!.
Con el tiempo aprendieron de los indígenas Taínos la técnica de asado de carne, para la que empleaban un marco de madera y una combinación de cortezas y yerbas con las que ahumaban y conservaban la carne. A este método los indígenas llamaban “boucan” y no solo conservaba la carne sino que también le daba un sabor distintivo. Y fue así que los antiguos piratas se dedicaron a ahumar la carne y venderla a los buques que anclaban de paso por la isla. Este fue el nacimiento de los bucaneros, tomando su nombre del ancestral “boucan”.
Nota: Algo más rebuscado, pero no por esto menos veraz, es el origen de la balabra barbacoa, cuya etimología también se encuentra íntimamente ligada al “boucán”.
Pero continuemos con la historia, pues no termina allí.
Con el tiempo los bucaneros se concentraron en una pequeña isla al norte de Haití, llamada Isla de La Tortuga. Desde allí era más fácil el acceso a los buques de tránsito. A lo mejor la historia de la región sería distinta si estos bucaneros asadores hubieran prosperado; pero Europa no estuvo tranquila con la noticia de los nuevos colonos y los vieron como una amenaza futura. Les dieron cacería y diezmaron su población luego de repetidos e inclementes ataques. Con el tiempo, los que quedaron, con la sangre en el ojo, decidieron volver a su vida de ladrones de mar, pero esta vez bajo su nueva ley: “no existe ley alguna”. Fue de este modo que esta legión de foragidos, formados por antiguos piratas, aventureros, locos, ex-presidiarios y demás fugitivos de la justicia, decidió volver al mar.
Los bucaneros iniciaron su nueva aventura atacando objetivos menores, a bordo de pequeñas canoas proporcionadas por los Taínos, hasta que se hicieron de una primera embarcación española, bien equipada con baterías de cañones y municiones, y así crecieron hasta que formaron un nuevo ejército vengativo que surcó los mares, ya sin rendirle cuentas a nadie y atacando barcos de la nacionalidad que fuera, buscando sólo su lucro personal, para llenar sus bolsillos… y el ego herido por sus antiguos patronos. La única institución a la que escuchaban era la suya propia, denominada la cofradía de la Hermandad de La Costa. La nueva bandera se hizó, con la calabera, en señal de muerte para quien tuviera el infortunio de cruzarse con ellos y con su alma herida.