En el Museo del Prado, en Madrid, existe un cuadro del afamado Rubens, titulado El descubrimiento de la púrpura. En él se “relata” cómo el dios fenicio Melkart descubrió la púrpura en el lastimado hocico de su perro.
Pero, qué rayos es la púrpura?
Pues, en la actualidad ya sólo nos quedó el nombre del color, exótico… o ya ni tanto. Pero hace siglos, cuando tinturar las cosas era todo un espectáculo digno de admiración, este tinte fenicio revolucionó el comercio y costumbres de casi toda la humanidad.
Claro, hay que entender que los tintes se fueron descubriendo de a poco y cada color fue una novedad y revolución. Más o menos como cuando pasamos de la televisión en blanco y negro a la de color. La revolución del color es ahora difícil de entender, en un mundo donde es tan fácil imprimir una hoja a color; pero no siempre fue tan sencillo tener a la mano una pintura o algo tinturado. El color “artificial” era novedoso, admirable, contemplable.
Tan afamado fue el tinte de la púrpura y los fenicios que la descubrieron, que la misma palabra “fenicios” se deriva del vocablo griego “phoiniks”, que significa púrpura. Relatores de antaño, como el mismísimo Homero, escribieron de estas maravillosas telas tinturadas en sus obras.
Este tinte se extraía de un caracol que habitaba entre las rocas de las costas fenicias. Por eso la alegoría de Rubens, donde el perro se tintura accidentalmente el hocico al morder unos caracoles en la playa. Estos caracoles pertenecían a las especies Murex trunculus y Murex brandaris… y digo “pertenecían” porque fueron tan codiciados los colores que secretaban, que se explotaron hasta su extinción y nosotros no llegamos a ver su belleza sino a conocer de su celebridad por escritos, viejas pinturas o conchas rotas vacías. Algunos dicen que era más parecido a un rojo encendido que al púrpura actual, pero no se sabe, los tejidos que nos han quedado se han degradado con el tiempo.
Se especula que se necesitaban miles de caracoles para extraer apenas lo suficiente para teñir un vestido. Su centro de explotación era la ciudad de Tiro, en la actual costa de Líbano, por eso también se llegó a llamar Púrpura de Tiro. Este color se volvió símbolo de estatus. La aristocracia de algunos imperios como el griego o romano, ostentaba hermosos vestidos teñidos en el afamado color. Inclusive se promulgó una ley, para prohibir a cualquier ciudadano romano de clase social “baja”, llevar prendas teñidas de púrpura.
Así fue esta revolución del color, que se extinguió junto con el caracol allá entre el siglo V y X.
En este contexto de caracol extinguido es que los españoles llegaron a América a finales del siglo XV. El púrpura era una historia del pasado ya en esos tiempos. Aún se hablaba de su mítica fama, pero ya habían otros colores y tintes nuevos que distraían la búsqueda incomprensible de la humanidad por este color. Y no crean que lo digo así a la ligera, ya escribiré otro artículo donde les contaré por qué digo que estamos obsesionados con el púrpura, pero por ahora me centraré en los años posteriores a la conquista.
La púrpura de los nativos americanos
Mucho después del “descubrimiento” de América, algunos aventureros europeos observaron sorprendidos cómo nativos americanos en las cosas de lo que hoy es Ecuador, tinturaban sus prendas “ordeñando” a un pequeño caracol. La analogía con la ancestral púrpura de Tiro era obvia. Sorprendidos, relataron sus hallazgos. Uno de ellos fue el español Antonio de Ulloa, otro el inglés Thomas Astley, quien escribió en su crónica de viaje, en el siglo XVII, lo siguiente (muestro la imagen, una versión traducida al castellano).
… y es producir en una concha de caracol, enteramente semejante a la de los caracoles ordinarios, el pequeño animal que contiene la antigua púrpura, y cuya especie han juzgado enteramente perdida algunos modernos, porque no quedaba de ella ningún conocimiento. Esta especie de caracol, es como del grueso de una nuez. Su producción se atribuye a los peñascos de la costa, porque no se hayan más que en los que baña el mar. Encierra un licor que es la verdadera púrpura de los antiguos, y que parece no ser otra cosa que su sangre.
Libro Historia General de los Viajes, por Thomas Astley
Sin duda un relato muy interesante. Lo que no sabía Thomas Astley es que se trataba de una especie distinta al anteriormente citado Murex trunculus o Murex brandaris, pero sorprende enormemente la similitud con la púrpura fenicia. Además sorprende la similitud del método de extracción y su uso.
Este caracol todavía existe en América y de hecho existen un par de lugares donde se sigue usando el método como atractivo turístico más que otra cosa, pues no constituye un método rentable por si mismo en la actualidad. El asunto es que nunca sabremos si este color es exactamente igual al célebre Púrpura de Tiro.
Sea como sea, podemos decir, que la púrpura de América, es la última púrpura del planeta.