Hace poco publiqué en Twitter una antigua fotografía colorizada donde aparecen varias personas y no pasó mucho rato antes de que alguien se intrigara con una peculiaridad. ¿Por qué la extrema seriedad de todos los personajes que salían en la foto?
Lo interesante es que no se trata de la única foto así, en realidad la costumbre de sonreír en las fotos es relativamente nueva. Si nos ponemos a reflexionar en el por qué sonreímos en las fotos nos encontraremos con cuestiones sociales. Por supuesto, todos queremos que los demás vean nuestra versión “feliz”. A fin del día, sonreír no cuesta nada y cualquiera puede tener una mejor sonrisa que los personajes que aparecen en el top 100 de los más ricos del mundo. Sonreír nos iguala de algún modo y vernos felices ante los demás alimenta al mas voraz de nuestros apetitos: el ego.
Pero entonces, ¿por qué antes no era lo más normal?
Incluso ya a inicios del siglo XX, cuando la fotografía llevaba algunas décadas de haberse inventado, la sonrisa no era de lo más común. Esto no debe confundirnos. No era que las personas se reían poco en el siglo XX, las personas se reían en la calle, contaban chistes, habían comedias en el teatro, pero llegaban al estudio del fotógrafo y paraban de reír. ¿Por qué?
Para responder a esta pregunta tenemos que trasladarnos al pasado y entender que la fotografía no era un proceso como al que estamos acostumbrados ahora. En sus primeros días, era un complejo experimento de química y óptica. Una de las primeras técnicas fotográficas, llamada Daguerrotipo, podía requerir que la persona estuviese inmóvil por varios minutos.
En estos tiempos, los primeros fotógrafos eran muy meticulosos. El personaje fotografiado debía permanecer inmóvil, pues el mínimo movimiento haría que la foto salga borrosa. Inmóvil y por un buen rato, haciendo más difícil mantener una sonrisa todo el tiempo. Ahora es más fácil, el auto-focus corrige cualquier ligero desenfoque y los algoritmos inteligentes hacen el resto del trabajo; el resultado son imágenes más nítidas. Pero en esos tiempos, la cantidad de luz correcta, la distancia del objeto hasta el lente, la calidad de los químicos, la meticulosidad en el proceso de revelado, la limpieza de los lentes y la colaboración del “paciente”, eran vitales.
Tomar una fotografía es un proceso tan rápido ahora, que con cualquier teléfono smartphone podemos tomar una ráfaga de fotos en un segundo. Por lo tanto, sonreír es un acto que consume muy poco esfuerzo comparado con los primeros tiempos. Incluso cuando le pedimos a alguien que nos tome una fotografía y este se demora unos segundos de más, nuestra paciencia se desborda, pues es difícil actuar una sonrisa por mucho rato.
A inicios del siglo XX, una sesión de fotos familiar podía tomar un día entero o dos y si había suerte se generaba menos de una decena de fotos aceptables.
Pero el cuento no termina aquí del todo, hay otra razón y es cultural. Pero para analizarlo debemos remontarnos aún mas en el tiempo y escarbar antes de la fotografía misma. Porque las personas debieron aprender a posar de algún modo. ¿Ante qué estaban acostumbrados a posar antes de la fotografía?
La respuesta es el retrato. La pintura. La escultura.
Ese sí era un proceso lento. Imagínense. Mantener una sonrisa por un día entero es virtualmente imposible, así que obviamente no era de lo más común. Incluso retratos célebres como la propia Mona Lisa impactan justo por eso, por su ambigua sonrisa, camuflada de seriedad. ¿Se habían puesto a pensar en eso? ¿Habían pensado por qué todo el mundo habla de su extraña sonrisa? No es por ninguna razón más misteriosa que la de NO ser común en ese entonces.
En aquellos días de la edad media, la sonrisa era algo más reservado y se entendía como un fenómeno más expresivo, desvergonzado, espontáneo y hasta, a ratos, bullicioso. En esta época sí existía cierto reparo a estas expresiones “extravagantes” del ser humano. Muchos las podían considerar exageradas e incluso producto de la locura. Para los más fervientes religiosos podrían relacionarse con acciones del demonio, apoderándose del comportamiento de las persona.
Pero los tiempos han cambiado y ahora más les vale sonreír en las fotos, porque sino, alguien viene y pregunta: ¿Te pasa algo, estás triste?