Toda esta historia comienza en realidad con Sir Isaac Newton y sus Leyes del Movimiento, que causaron revuelo mundial y permitían a los científicos del mundo convertirse en una suerte de hechiceros y predecir cosas. Entre estas cosas el propio Newton había predicho que la tierra no era una esfera perfecta, sino que se encontraba achatada en los polos y prolongada en el ecuador. Así que, los franceses, se dieron a la tarea de demostrarlo.
Recordemos que Newton era inglés y la reputada Academia de Ciencias de Francia no podía permitir que un inglés brillara por el mundo sin dar guerra antes, por lo que había que corroborar que esta predicción era cierta y dispusieron de todos los recursos necesarios para ello.
Así que enviaron dos equipos de científicos, uno al Polo Norte y otro a La República del Ecuador (aun no se llamaba así en ese entonces). Se preveía que el equipo del Polo Norte terminara su misión al final, pues las calamidades de llegar al inclemente Polo Norte suenan mucho más severas que las de viajar al Ecuador, pero resultó al revés… y por mucho. Los europeos de ese entonces (y esto continúa hasta la actualidad) no entienden cómo funciona la sociedad hispana y sus trámites burocráticos. También hay que recordar que los colonizadores españoles de ese entonces pusieron todo tipo de controles a los franceses, por temor de que todo fuera un ardid de los franceses para estar espiando cuestiones relativas a sus “secretos” coloniales.
En asunto es que fue en el año 1735, cuando la expedición científica liderada por Charles-Marie de La Condamine llegó al país para llevar a cabo la medición del meridiano terrestre y contribuir al estudio de la forma y dimensiones de nuestro planeta. Entre los miembros de esta misión se encontraba Jean Godín, un joven oficial francés apasionado por la ciencia y la aventura, quien, para no alargar la historia, se enamoró perdidamente de Isabel Gramesón, una hermosa ecuatoriana que hablaba perfecto francés. En realidad muchos miembros de la misión geodésica se vieron envueltos en líos de faldas, duelos a muerte y un sinúmero de entuertos durante esta misión de medición, la cual duró años, tantos, que al final ya nadie en Europa los estaba esperando, pues habían ya corroborado la predicción de Newton con los datos del equipo del Polo Norte.
Jean Godín tuvo el tiempo suficiente para sus amoríos y tratándose de una distinguida dama de sociedad lo procedente era, que entablara un noviazgo formal y así fue. De hecho, tuvo tiempo de enarmorarse y hasta de proponer matrimonio, casarse y embarazar a su esposa Isabel. Fue después de esto que se le acabó el tiempo.
Sucedió que en algún momento Jean Godín, tuvo que regresar a Francia a pelear una herencia familiar tras la muerte de su padre. Decidió hacer un heróico viaje por el Amazonas, con destino al poblado de Cayena, en la Guayana Francesa, para alcanzar el atlántico y tomar un barco que lo lleve a Europa. Su espíritu aventurero lo había llevado por una ruta difícil e incierta, llena de tribus y peligros. Si tenía éxito, de paso, habría establecido una nueva ruta con un territorio francés en América. Isabel, recientemente embarazada, se quedó al cuidado de su vientre.
Jean llegó finalmente a su Francia natal, pero Isabel no lo supo y pasó 18 años sin noticias de su marido. Desesperada, abatida, angustiada, pensó lo peor y lo más probable… pero un día recibió una carta que lo cambió todo.
A partir de allí, buscó desesperadamente una forma de llegar a la selva amazónica y reunirse con él. A pesar de los riesgos y las advertencias de aquellos que la rodeaban, decidió emprender una travesía épica a través de la selva, con la esperanza de encontrar a Jean y llevarlo de vuelta a casa.
Armada con valentía y determinación, Isabel comenzó su viaje hacia lo desconocido. Atravesó ríos caudalosos, sorteó espesos bosques y enfrentó las inclemencias de la selva. En su camino, encontró tribus indígenas amigables que la ayudaron y protegieron, mientras que otros trataron de disuadirla de continuar, preocupados por su seguridad. Sin embargo, nada podía detenerla en su búsqueda desesperada por su amado esposo.
Pasaron meses y las dificultades parecían insuperables, pero Isabel no renunció. Siguió adelante, alimentada por la esperanza y el amor que sentía por Jean. Finalmente, después de una travesía agotadora y llena de peligros, Isabel llegó al campamento donde se encontraba la expedición francesa. La sorpresa y la emoción inundaron el corazón de Jean al ver a su amada esposa de pie ante él, contra todo pronóstico.
Su reencuentro fue un momento de alegría indescriptible. El amor que habían compartido durante tantos años se materializó en un abrazo que parecía fusionar sus almas. Isabel había demostrado que ningún obstáculo era lo suficientemente grande como para separarlos. Juntos, enfrentaron los retos restantes de la expedición y finalmente regresaron a Quito, donde pudieron disfrutar de una vida juntos, rodeados de amor y gratitud.
La historia de amor de Isabel de Godín y Jean Godín es un testimonio de la fortaleza del espíritu humano y la capacidad del amor para superar cualquier desafío. Isabel demostró una valentía y una determinación inquebrantables al aventurarse en lo desconocido para reunirse con su esposo, desafiando las convenciones sociales y los peligros de la selva amazónica. Su historia es un recordatorio de que el amor verdadero puede mover montañas y trascender las barreras impuestas por la distancia y las circunstancias.
Hoy en día, Isabel de Godín es recordada como una heroína en Ecuador, un símbolo de coraje y amor eterno. Su historia ha inspirado a generaciones de ecuatorianos a creer en la fuerza del amor y la posibilidad de superar cualquier obstáculo en busca de la felicidad. La increíble travesía de Isabel a través de la selva amazónica es un legado perdurable que nos recuerda que cuando el amor nos guía, no hay límites para lo que podemos lograr.