El óxido nitroso fue uno de los primeros anestésicos eficaces descubiertos, pero no siempre tuvo ese importante uso. Varios años después de su descubrimiento en 1772 por Joseph Priestley, se encontró que tenía un efecto hilarante en quienes lo respiraban. De hecho, esta propiedad fue documentada por primera vez por Sir Humphry Davy, quien lo bautizó como “el gas de la risa”. Otros lo apodarían luego como “el gas del paraíso”.
Para quienes no lo ubican, Davy fue el descubridor de varios elementos como el potasio, el sodio, el bario, el estroncio, el calcio y el magnesio; además de ser el padre de la electrólisis. Sin duda alguna, uno de los grandes químicos de la historia. Davy, se interesó tanto en estudiar los efectos relajantes de este gas, que terminó adicto a él y pasó sus últimos días inhalando dosis de óxido nitroso hasta 3 veces al día. Probablemente murió intoxicado.
Debido a lo relativamente fácil que era producirlo se tornó popular en espectáculos de circo, para incrementar el júbilo del público en las actuaciones de cómicos y payasos.
No pasó mucho tiempo para que los más curiosos le atribuyeran propiedades fantásticas. Algunos creían que la mente, bajo los efectos del gas, podía elevarse a un estado de pensamiento donde se podían desenmascarar los secretos del Universo. Han visto la película “Sin Límites”, donde un fulano se vuelve super inteligente luego de tomar una pastillita transparente?… bueno, más o menos esa era la hipótesis en ese entonces. De hecho, algunos científicos se lo creyeron muy bien y esto debe de haber llegado a oídos de la élite social de Londres de aquel entonces, pues pronto se instauraron las llamadas “fiestas del gas de la risa”.
Las fiestas se volvieron populares y básicamente eran reuniones donde se llenaban vejigas de gas y se inhalaban por la boca, mientras se tapaba la nariz presionando con los dedos de la mano. Los efectos eran casi instantáneos y algo impredecibles. El estado de euforia ocasionaba estruendosas risas, pero no siempre, algunos se descomponían, otros lloraban, algunos peleaban.
También se hacían demostraciones públicas de los efectos del gas, donde los asistentes eran los conejillos de Indias de estos divertidos experimentos. Muchas veces personajes importantes se ofrecían para participar en estas demostraciones, las cuales se llenaban de curiosos. Una interesante ilustración aparece en las primeras páginas de en un viejo libro titulado Química Sin Misterios, publicado en 1839. La ilustración muestra una de estas presentaciones, donde se distribuyen vejigas llenas de gas entre el público.
El diario londinense “Morning Post” en 1819 relata una experiencia durante una exhibición realizada en Soho Square, donde un joven del público se ofreció a inhalar el gas de la risa.
“Se reía como hiena, aullaba como lobo, puso sus manos cómo la garra de un águila y brincó hacia adelante como un tigre. Al final, se arrastró por el piso como una araña y terminó buscando sus piernas, sin poderlas encontrar”
Personajes importantes de ciencia como Michael Faraday (en su momento ayudante de Davy) o James Watt, probaron el dichoso gas. Décadas después, el propio Winston Churchill admitiría su uso y sus alucinaciones.
Fue recién en 1844 que se propuso su uso serio como anestésico y así se ha usado incluso hasta nuestros días. A pesar de que Davy había propuesto en 1800 su uso en cirugía, fue un dentista norteamericano, llamado Horacio Wells, quien impulsó su adopción como anestésico, cuando se dio cuenta de manera fortuita que una persona bajo los efectos del gas de la risa, se había vuelvo insensible al dolor.
Recientemente se ha observado una escalada de uso del óxido nitroso como droga recreativa, principalmente en Europa. Básicamente porque en muchos países se vende libremente. Sin embargo, como ya aprendimos hace siglos, su uso no es seguro. Las fiestas del gas de la risa podrían volver, pero esta vez ya sabemos que no revelará los secretos del Universo y los potenciales riesgos de adicción.